Rescatado de uno de los interesantísmos hilos de la página de Punset: ‘La capacidad metafóricca es el primer requisito del talento‘, hago mío un texto de un tal Raus, que proporciona reflexiones muy interesantes. Lo hago mío porque hace tiempo que vengo pensado muy parecido y no he encontrado tiempo para desarrollarlo. También comenta que desea hacer un blog. Pues desde aquí yo le animo, y si lee esto puede contactar conmigo para lo que sea.
…Cuando hablamos con los demás, nos mostramos muy reacios a admitir cualquier mensaje del otro que no veamos cierto y evidente. Podemos dar la razón de loco, pero poco más. Esta es la razón, como puede comprobarse con harta facilidad en los blogs de Internet, de que continuamente los diferentes contertulios se enfrasque en acaloradas discusiones, donde menudean las descalificaciones e incluso los insultos. Incluso en discusiones en que no se ventila nada de mucho calado o de notable importancia. Observen, por favor, los derroteros que toman muchas conversaciones. Muchas veces se hacen desagradables e irrespirables. Casi nadie ceja en su empeño de seguir aportando razones. Ah, esto tiene que ver con aquello que nos decía Punset sobre nuestra incapacidad natural para cambiar de opiniones. Incluso nos inhibimos cerebralmente ante el mensaje del rival: no lo oímos. A medida que transcurre la discusión nos fosilizamos en nuestras opiniones originales. Cuanto más discutimos, peor, más nos alejamos unos de los otros. Evidentemente, para nosotros es importante conservar una imagen coherente de nosotros mismos; aparte de que nos jugamos el prestigio social de ser considerados inteligentes. El coste que pagamos por mantener nuestras opiniones a toda costa es que podamos caer en la cerrilidad más estúpida.
Ahora bien, yo me pregunto: si somos una especie social que necesita la colaboración de todos para levantar una civilización, ¿no hubiese sido más práctico haber evolucionado de otra manera? Nuestras eternas y acaloradas discusiones son -eso pienso- una herencia de nuestro pasado evolutivo. Hemos heredado una estructura mental incapaz (o casi) de cambiar de opinión en el curso de una discusión. Nuestros tatarantepasados debieron pasarse media vida discutiendo sobre cualquier cosa. Y bien, ¿no hubiese sido mejor, más adaptativo, haber evolucionado de otra manera: con una mente más flexible, con menos vanidad para reconocer de inmediato el error? Creo, amigos, que no. Que la terquedad que mostramos al discutir fue beneficiosa para avanzar en el conocimiento. Hay que darse cuenta de que nuestros antepasados tenían muchas cosas por descubrir de este mundo: ¿son venenosas esas setas?, ¿haciendo una zanja de medio metro nos bastará para que quede atrapado el búfalo? ¿puedo pasar por esta parte del río sin que me lleve la corriente?, ¿resistirá la cabaña un vendaval con el material con que la he construido?… Aquí está la clave: nuestra tendencia a discutir tercamente y a no aceptar como válido lo que no vemos como tal, fue un requisito de la evolución de nuestro conocimiento. Nos jugábamos la supervivencia, el seguir vivos: ¡había que discutir! La discusión tiene varios efectos. Los más destacables son estos:
1. El que defiende algo más apartado de la verdad, acabará sosteniendo con más fuerza su error inicial.
2. El que defiende algo más cercano a la verdad, afinará más su conocimiento sobre lo que dice.
Es decir, la discusión terca tiene el efecto beneficioso de que nos ayuda a aguzar el ingenio y a mostrar al otro mejores razones de lo que defendemos. Cuanto más nos enfrascamos en una discusión, más afinamos el intelecto, pues nos jugamos bastante. Es decir, pocas cosas nos estimulan tanto la concentración de la inteligencia como una discusión tercamente mantenida. Ya, ¿pero qué pasará con quienes hagan caso de aquél que se aparta más de la verdad? La misma naturaleza se encarga, a la larga o a la corta, de eliminar las ideas erróneas, pues antes o después se traducen en decisiones vitales que pueden resultar muy caras. Aquél que tomó las setas venenosas, se fue al otro barrio con su idea errónea. Aquél que cavó poco para cazar al búfalo, también. El que construyó una cabaña frágil, lo pagó. Es decir, la verdad se impone poco a poco porque, sencillamente, demuestra ser mejor para sobrevivir. Como siempre, antes o después, sobrevive lo más apto: también en cuestión de ideas.
Basándome en mi experiencia personal.
Pongo en duda cualquier afirmación (incluso propias) salvo que muchas coincidencias de opinión y experiencias personales demuestren la veracidad o improbabilidad del echo en si (el tiempo te dara la razon o te la quita), procuro documentarme y apoyar o contrastar ideas (los datos estadísticos y noticias ayudan)
No defiendo una idea mas de 3 veces, si los razonamientos del oponente no me convencen los archivo como pendientes de verificar.
SI LO DISCUTIDO ME AFECTA DIRECTAMENTE.- Tengo oponion propia, me dejo aconsejar (siempre escucho y pregunto ¿que te parece si?) pero yo rijo mis acciones sin importarme la oponion de otros.
EL TRABAJO ES TERRENO APARTE.- Los compañeros son el enemigo TE JUZGAN y TREPAN sobre ti (es una ley) DE LAS OPINIONES HAY QUE HUIR entre compañeros pasar de todos vamos.
En el trabajo no se discute SE ACATA o SE ACATA y SE HACE COMO TU CREES QUE DEBE DE SER sin importarte el tiempo que le ocupes si esta bien echo y es mejor te servirá(muy seguramente para la siguiente fase del trabajo), si te toman el pelo tu se lo tomas a ellos tardando todo lo que te salga del nabo.
A LOS AMIGOS SE LES ESCUCHA aunque no se compartan sus ideas, lo mas bonito es coincidir y CONSTRUIR NUEVAS IDEAS
A LOS FAMILIARES tienen carta blanca pero hay que ponerles COTO, solo con los que mas quieras debes ser absolutamente sincero y te llevaras muchas desilusiones.
CON TU PAREJA hay que discutirlo todo hasta la muerte, no hay que dar tregua y te debe importar el triple, aunque no se llegue a nada O SE ESTA DE ACUERDO EN EL RUMBO A SEGUIR, SIN IMPOSICIONES, O EL BARCO SE HUNDE