Enorme documental en la línea de Michael Moore pero sin su humor ácido, que por cierto, se echa de menos. Por desgracia, este tipo de cine no es tan digerible para el vulgo como pueda serlo una película de Disney. Es decir, que el 80% del vulgo, o no le interesará siquiera o simplemente no lo verá: ocupadísimos en pagar hipotecas –enriqueciendo más aún a los inicuos bancos y demás balhurria de gerifaltes-, cuidar de sus crías –no sea que se fuera a extinguir la especie- y a vender su alma cada día a un sistema laborar cada vez más opresivo e injusto -defenestrador de sueños-. Y al otro 20 % -que o bien le interesaría o bien lo entendería-, ya se encargarán los gerifaltes de turno de que no llegue a las salas de cine. O que no se difunda demasiado. Como lo que está pasando en Islandia, vaya.
Aún así, para todo aquel con dos dedos de frente –e incluso con uno- es más que digerible, y aunque enerve más que divierta, es un trance por el que recomiendo pasar. Saber nos hace mejores. Sobre todo si No hacemos como esos voraces demonios de Wall Street –y de todo el mundo- y dedicamos esos conocimientos a enriquecernos y hacer el bien. Por mucho que le cueste al homínido hacer el bien…