Frank Miller, 300, y la batalla de las Termópilas

300 de Frank Miller

El día que descubrí que Frank Miller había adaptado la Batalla de las Termópilas al cómic experimenté un atisbo de esperanza (fue pasajero, no se vayan a pensar… xD). El día que descubrí que la obra de Frank Miller iba a adaptarse al cine experimenté un respingo de felicidad. El tercer y último interludio de gozo fue cuando después de ir al cine a ver 300 no me defraudó en absoluto. Fantástica. A nivel estético y visual sin ningún tipo de dudas. Por fin hacen las películas como dios manda. Una buena noticia para todos sin duda.
En fin, que antes de ir a ver 300 es recomendable saber de qué va todo eso de la batalla de las Termópilas (para que sea más creible y emocionante más que nada). Y aunque en la red hay numerosos sitios donde informarse, ahí va un resumen:

La Batalla de las Termópilas fue el escenario de una de las batallas más épicas de la historia, con Esparta y Atenas a la cabeza, contra el Imperio Persa en el 480 adC.
Jerjes I, emperador persa, con un inverosímil ejército de un millón de hombres, se propuso conquistar Grecia (no todas las fuentes se ponen de acuerdo en el número de Persas, pero un millón suena de puta madre… xD). La batalla más importante tuvo lugar en el valle de las Termópilas. Allí esperó a los persas un ejército formado por unos siete mil hombres de diferentes ciudades, bajo el mando del Rey Leónidas, que iba acompañado de los trescientos espartanos de su guardia real. Leónidas fue advertido sobre el gran número de arqueros que poseía Jerjes. Heródoto de Halicarnaso indica que se le dijo a Leónidas que «sus flechas cubrían el sol» y «volvían noche el día». Fue entonces cuando Dienekes pronunció su famosa frase: «Tanto mejor; lucharemos a la sombra». Nada parecía atemorizar a Leónidas ni a ningún espartano.
Se dice que Jerjes, al toparse con los soldados griegos, supuso que éstos se marcharían al ver la magnitud de su ejército. Pasaron cuatro días y Jerjes, impaciente, envió un emisario exigiendo a los griegos que entregasen sus armas inmediatamente para no ser aniquilados. Leónidas respondió: «Ven a buscarlas tú mismo». Así dio comienzo la batalla.
Fila tras fila los persas se estrellaron contra las lanzas y escudos espartanos sin que éstos cedieran un centímetro. De esta forma, a pesar de la grave desventaja numérica, Leónidas y sus hombres se opusieron a las oleadas de soldados enemigos con un número mínimo de bajas, mientras que las pérdidas de Jerjes. Frustrado e impaciente, Jerjes envió al frente a sus diez mil Inmortales, su fuerza de élite, llamados así porque cada vez que un Inmortal caía, otro corría a reemplazarlo, manteniéndose en la cantidad fija de diez mil hombres. Sin embargo, los resultados fueron los mismos. Los persas morían a cientos, la moral del ejército decaía y los griegos no mostraban signos de cansancio. La batalla continuó de esta forma durante tres días. Fue entonces cuando Jerjes, abatido, recibió la ayuda que necesitaba.
Leónidas fue traicionado. Un griego llamado Efialtes ofreció mostrarle a Jerjes un paso alternativo que rodeaba el lugar donde estaba Leónidas para acabar con su resistencia de una vez por todas. Los esfuerzos de Leónidas nada podrían contra eso. Así que el rey reunió a la tropa y permitió que regresara a Atenas. Quedaron él, los 300 soldados de su guardia personal y mil griegos leales. Al despuntar el alba del cuarto día, Leónidas dijo a sus hombres: «Tomad un buen desayuno, puesto que hoy cenaremos en el Hades». Fue tal el ímpetu con el que los espartanos lucharon que Jerjes decidió abatirlos de lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres. Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron intentando recuperar su cuerpo para que no cayera en manos enemigas.
La batalla duró cinco días y los persas consiguieron derrotar a los temidos espartanos, pero éstos ya habían retrasado notablemente el avance persa, diezmado la moral de su ejército y matado a miles de soldados.
Según algunos historiadores sólo sobrevivieron dos soldados espartanos de los que habían quedado en Las Termopilas, Alejandro y Antigono de Esparta. Por lo que se sabe estos dos hombres vieron la muerte de su rey y tras la lluvia de flechas se escondieron bajo sus escudos para aparentar que estaban muertos. Alejandro, más tarde, fue uno de los mejores guerreros de Esparta, pero no se le recordó como a otros héroes. Tras las Termópilas combatió en Platea, otra vez contra los Persas. Allí murió, tras recibir 4 flechas en el pecho. En platea, las hordas de Jerjes fueron derrotadas.

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