Vamos a ir más allá de la lectura de un libro. Igual que hace Pérez-Reverte. En dicho libro, para ser más exactos. Clavándosela a los españoles, y por qué no, al propio y débil homínido. El libro está ambientado a principios del siglo XIX. Hace ya mucho de eso. Época de trafalgares y napoleones. De decadencia del Imperio. Decadencia que parece presentarse en forma de crisis de forma cíclica, pero que sólo es una ilusión: puesto que siempre ha estado ahí. No se ha ido nunca. Hablo de esa esencia casposa de la España de charanga y pandereta que no ha cambiado demasiado, sólo evoluciona con los tiempos y las frívolas modas. Hablo de esos eficaces diques que el mito, la mezquidad y la codicia desmedida han puesto siempre al heroísmo y a la ciencia.
Así que haré míos algunas elucubraciones de Reverte, expresados a su vez a través de los pensamientos de esquinados y umbríos personajes que no hacen otra cosa que escupir la verdad. Y todo el mundo sabe que los lapos de la verdad rezuman sangre. Así que, imagínense a un personaje de esos. A veces envilecido como el ciudadano cero de Joaquín Sabina, otras veces mudo y heróico, y tan normal como cualquiera de nosotros. Aunque diferente. Imagínenselo lucubrando…
.. por el camino que vamos, o íbamos en la prehistórica época preInternet, con Constitución o sin ella, lo disfracen como lo disfracen, el homínido seguirá siendo un cautivo degradado, desprovisto de alma, razón y virud, a quien sus inhumanos carceleros jamás permiten ver la luz. Un infeliz sometido sin reservas a hombres iguales a él, que su estupidez, indolencia o superstición le presentan ungidos por un orden superior: dioses sobre la tierra, armiño, púrpura, negro de mantos y sotanas, y que siempre aprovecharon el error del hombre, bajo todos los soles y latitudes, para esclavizarlo, volverlo vicioso y miserable, corromper su heroísmo y su coraje. Añadamos coches de gama alta, restaurantes, prostitutas y hoteles de lujo. Especulación y estatus realmente inmerecido.
Hubo un día donde España perdió la oportunidad de hacer uso de la guillotina en el momento adecuado: un río de sangre que limpiase los pestilentes establos de esta tierra inculta y desgraciada, siempre sujeta a religiosos fanáticos, políticos corruptos e incapaces y aristócratas estólidos y degenerados .
Nuestro hipotético personaje, indignado, también sufre ese desdén que le aparta, irremediablemente de la vida común de los hombres: un malestar físico que le hace removerse inquieto en su silla. Y que mira desilusionado más allá de los Pirineos: de esa dirección vendrá algún día un viento abrasador que ponga las cosas en su sitio: la espada flamígera de la Ciencia, que siempre ha avanzado tan poco a poco, pero que ahora ha cogido inusitada carrerilla.
Muchos son los que en silencio piden a gritos un tajo de cirujano para este absceso de pus. A esa cuña obcecada, suicida, que entorpece la rueda de la razón y el progreso.
Todas esas pijas hablando de ropita de outlets. Ropita hecha con el permiso de los países sin derechos humanos. Luciendo sus últimos modelos de macbook inocentemente inmerecidos. Y torneando al sol sus cada nueva generación más deseables cuerpos. Y una inicua maquinaria corporativa y voraz detrás de todo, que contagia entre carcajadas frívolas el virus también al género masculino. E incluso que desea alcanzar a los niños: los del primer mundo. Los del tercer mundo son más fáciles de infectar.
Así, imaginándose semi desnudas a todas esas zorras, que jamás hablarán de ciencia, ni del CERN, ni del por qué de la materia; o de la corrupción política, de por qué es tan aberrante el sistema educativo que nos prepara para ser hormigas, y no para saber. De por qué no hay trabajo o de leyes injustas y abusadoras. De terribles lobbies y corporaciones sin escrúpulos. De por qué el cielo es azul y la hierba verde. Sólo de programas basura, ropa de marca y banalidades variopintas… pensando en todo ello, experimentó una inoportuna erección que hizo que tuviera que cambiarse de postura para evitar el escarnio o el desprecio en ese café donde no tan relajadamente pasaba su ociosa vida.